Decía en el post anterior que no existen fórmulas mágicas educativas. Sólo podemos crear condiciones. Sin embargo, en casi todos los cursos con docentes aparecen preguntas que albergan la secreta nostalgia de encontrar una estrategia didáctica que produzca un resultado portentoso. Una herramienta que, aplicada durante algún tiempo, consiga que allá donde había niños y niñas más o menos egoístas, cooperativos, dialogantes… aparezcan nuevas personas claramente solidarias, respetuosos, igualitarias…
No existe este atajo; pero nuestra cabeza tiende a buscarlo. En esa falsa expectativa, crece y se agiganta la frustración, la decepción y el desistimiento. No hay atajos; pero esto no nos deja sin camino. La respuesta de la Pedagogía del Experiendizaje y de la Propuesta Izan es que la alternativa es crear condiciones. Esto es posible y tiene sentido. La pregunta es ¿cómo?
No se crean condiciones esperando grandes golpes de acierto espectacular. La educación no es el efecto de una tormenta perfecta, es el fruto de un persistente sirimiri. Es el resultado de la suma de múltiples y pacientes acciones educativas de efecto aparentemente insignificante; pero que acumuladas generan como gotas de agua un cauce de agua dinámico y vivo.
Creamos condiciones mediante acciones educativas sencillas, pequeñas, constantes y reiteradas, que de un modo sostenido vuelven una y otra vez a los mismos núcleos. A unos pocos núcleos. Esto es lo importante. No hay varitas mágicas, pero tenemos alternativa.
Educar para la vida y la convivencia es remitir insistentemente y con modos sencillos a unos pocos núcleos de experiencia y aprendizaje que guardan el tesoro de la hondura humana. Educar es tomar conciencia de la gran importancia que tienen esas pequeñas acciones educativas y esos núcleos de aprendizaje. En el próximo post hablaré de esos pocos núcleos, concretamente de cuatro de ellos que actúan como puntos cardinales.
Jonan Fernandez