Una de las razones de ser de la Declaración de los Derechos Humanos es el no repetir el horror de las dos guerras mundiales, aspirar a un mundo mejor para las generaciones posteriores. Es por ello, que con motivo del 75. Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, hemos querido acercarnos a la percepción que tiene la juventud sobre los derechos humanos, sus miedos, preguntas, esperanzas y reclamos. Para ello, hemos juntado a cinco personas jóvenes alrededor de una mesa, cinco amigas que se prestaron a entablar una conversación sobre el tema. A continuación, se desarrollan las ideas que surgieron de esta conversación.
Un detalle sorprendente fue que estas mujeres, desde el primer momento, y alejándose del Derecho Internacional Humanitario, conectaron la cuestión de los derechos humanos con situaciones y casos que viven o presencian en su día a día. Es decir, que en las personas jóvenes empieza a mostrarse una conciencia y una capacidad de trasladar a la cotidianeidad conceptos que a veces pueden parecer lejanos o abstractos.
Algunos de los temas sobre los que tuvieron oportunidad de conversar fueron los derechos lingüísticos, la desigualdad social, la gestión de la diversidad cultural, los derechos de las mujeres, así como la discriminación por edad. Un matiz que sería importante resaltar es que, en el último caso, no solo se habló de las personas jóvenes, sino también de los derechos de las personas mayores. Es más, a raíz de este tema, una preocupación que fue manifiesta en aquella mesa, a la que recordemos que se sentaban cinco mujeres, fue la cuestión de la responsabilidad de los cuidados y cómo esta recae principalmente sobre las mujeres, con las consecuencias tanto personales como sociales que ello acarrea.
Según avanzó la conversación, pudieron poner en común sus impresiones sobre distintos actores en relación con la labor que realizan respecto a los derechos humanos. El sector privado fue el peor parado, para el que fue acuñada la palabra “rightswashing”, en alusión a lo que se conoce como greenwashing, la creación de campañas que tratan de crear una imagen de la empresa como respetuosa con el medio ambiente, o en este caso, los derechos humanos, empezando por los de sus trabajadores. Por otro lado, las instituciones públicas se convirtieron en el actor enigma, aunque se identificaron algunos esfuerzos en materia de derechos humanos, la pregunta que sobrevolaba la mesa, e incluso llegó a ser verbalizada, fue “¿qué hacen?”. Por último, las organizaciones del tercer sector fueron valoradas positivamente en relación con su labor en la defensa y promulgación de los derechos humanos. Así mismo, es el sector donde ellas mismas han contribuido puntualmente mediante voluntariados. Esto indica que las organizaciones no gubernamentales, organizaciones de la sociedad civil y demás redes son percibidas como más cercanas, cuya labor es más patente a los ojos de los jóvenes y tienen la capacidad de involucrar activamente a esta población en sus esfuerzos.
Organizaciones como Baketik, que se construyen desde una base de derechos humanos, estando estos presentes de manera transversal en su trabajo, tienen el poder de llegar a las generaciones más jóvenes. Y éstas muestran un interés que invalida la representación, que a menudo se crea en el imaginario social, de los jóvenes como un grupo que se despreocupa y al que no le interesa la cuestión que nos ocupa en este 75. Aniversario. La frase que terminó con esta conversación entre cinco jóvenes lo demuestra: “Qué rápido se me ha pasado, ¡la próxima, hablamos otra vez!”.
La necesidad de seguir abriendo espacios participativos para el trabajo en torno a los derechos humanos sigue siendo, 75 años más tarde de aquel 10 de diciembre de 1948, fundamental para nuestras sociedades. Así mismo, la labor de organizaciones como la nuestra demuestra ser fundamental, trabajando desde las personas y creando puentes entre la sociedad y las instituciones.
Ainhoa Azkarate
Baketik.