Dice el Nobel de economía Joseph E. Stiglitz en su interesante obra “El precio de la desigualdad” que terminamos en buena medida, viviendo como trabajamos. La pregunta sería pues ahora: ¿cómo trabajamos?.
El actual capitalismo ha llevado a su más alta potencia la búsqueda del beneficio, el todo vale con tal de ganar dinero. Trabajamos en la búsqueda del mayor rédito económico posible, lo cual per se no es contraproducente ni negativo si asumimos que vivimos en una sociedad de mercado, pero ¿no os parece que en muchos casos se están sobrepasando ciertos límites?.
Por citar algunos ejemplos: ¿qué sintió o pensó la persona que redactó las condiciones de las acciones conocidas como preferentes que permitían al banco tener el dinero hasta el año 9.999?; o ¿qué piensan esas personas expertas en temas fiscales que asesoran a las personas para que oculten sus patrimonios?
Si trabajamos muchas veces con este códigos, ¿no nos afectará también fuera del trabajo?. Creo que nuestra tendencia a la ausencia de un respeto básico por el resto de personas es una clara contaminación del sistema económico en el que vivimos. Así pues, sin ser conscientes siempre de ello, muchas personas extienden su forma de actuar en el trabajo a la vida y por lo tanto, se permiten no respetar a su vecinos, aparcar donde no deben, evitar pagar impuestos, engañar a otros personas…porque en el fondo así lo hacen también en sus trabajos. ¿Es posible ser un trabajador sin principios éticos por la mañana y un ciudadano honrado por la tarde?.
Iker Uson