Reflexiones en torno a Cine y Educación en las Escuelas Públicas

 

Hoy en día está ampliamente extendida y aceptada la idea de que el cine y sus diferentes lenguajes (ficción, documental, cortos, etc.) pueden ser una herramienta pedagógica útil y eficaz. La población en edad escolar actual ha nacido y crecido en un entorno socio-cultural que consume productos audiovisuales de manera continua, en diferentes soportes y entornos, por lo que el cine se puede mostrar como un elemento que favorezca una mayor vinculación que otras herramientas pedagógicas.

Sin embargo, nuestra experiencia nos indica que la incorporación del cine -así como de otras herramientas artísticas, como el teatro-, no se realizan de manera sistemática o transversal en la escuela: esto es, en general, depende de la voluntad e interés de una profesora o profesor en particular, que conoce los servicios que ofertamos y decide impulsarlos en los centros escolares donde vaya.

De este modo, las intervenciones se limitan a experiencias específicas, no siempre integradas de una manera orgánica en el funcionamiento escolar, ni en las materias impartidas. Este sería por tanto un reto evidente: el de abordar un uso más integral de los recursos audiovisuales, y en especial el cine, en la didáctica de las diferentes materias.

Asimismo, el uso del cine se suele centrar en su producto acabado: esto es, la mayoría de ocasiones en las que el cine está presente en un aula es a través de productos “finales” o películas, pero no se trabaja con el lenguaje del cine para la creación por parte del propio alumnado de productos audiovisuales.

El profesorado de la educación pública es diverso y tiene diferentes backgrounds y formaciones, pero en general demuestran ser personas con un amplio desarrollo de capacidades diversas. Es imposible que estas personas profesionales puedan también dominar el lenguaje audiovisual y, por ello, es comprensible la necesidad de contar con personal externo que garantice un adecuado traslado y trabajo en torno al cine, así como de impartir algunas formaciones complementarias.

Sin embargo, sería preciso que esta incorporación de personal “ajeno” y/o especializado en cine y educación cuente con un marco más sistemático, para garantizar que se encuadra de una manera adecuada en la propuesta didáctica y metodológica del propio centro y de los grupos de alumnados con los que vaya a trabajar. Asimismo, una adecuada planificación sistemática permitiría generar sinergias entre el profesorado permanente y estos apoyos específicos, garantizando una lógica compartida y evitando el efecto “parche” para las formaciones y trabajos en torno al cine. Por supuesto, una incorporación más sistemática garantizaría también una consolidación del trabajo cultural en torno al cine y la dignificación de la situación laboral de distintos profesionales que se dedican al tema.

Por último, pero no menos importante, sería importante que desde las instituciones se comprendiera la realidad del cine y educación desde un punto de vista más estratégico y transversal: aún seguimos teniendo que justificar si aquellos proyectos centrados en el cine como herramienta pedagógica deben ser amparados en subvenciones y políticas del ámbito de la Educación, o si han de ser presentados a financiaciones Culturales o, incluso, de ámbitos de Políticas Sociales o Derechos Humanos. La creación y refuerzo de programas transversales que no se limiten a los estándares administrativos puede ser un gran paso para permitir generar proyectos más sostenibles en materia de cine y educación.

Maider Maraña (Fundación Baketik)

Publicado originalmente en «PAPELES DE CINEASTAS Nº2. EDUCACIÓN PÚBLICA Y CINE: Pensar en la esencial«. Unión de Cineastas, 2022.

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