Vivimos esta situación de crisis porque hemos dejado a un lado la dignidad humana. Los objetivos económicos, el poder, los beneficios… Todo se impone a la dignidad humana y ahí están los frutos que recogemos. Todos no somos iguales, por supuesto. Cada cual hemos hecho nuestro camino a lo largo de la vida donde los estudios, las experiencias vividas y las tendencias nos han llevado de un lado a otro. Sin embargo, todos tenemos la misma dignidad humana. Por lo tanto, ¿por qué las diferencias? ¿Por qué unas personas por encima de otras? ¿Por qué construir espacios cerrados entre las personas?
Me hago a menudo estas preguntas a mí mismo y este verano cuando he estado en Bosnia me he hecho preguntas similares. A uno se le congela el corazón en Mostar en cuanto baja del autobús. En sus calles, solo se ven tumbas y cicatrices que ha dejado la guerra. Se ha convertido en algo habitual para sus habitantes. Todos los días, cuando cada uno/a abre la persiana de su negocio, sabe que va a ver la tumba de sus padres, hermanos, amigos… pero agarrándose al día a día sigue adelante. No sé si alguien se ha beneficiado de la guerra pero viendo lo visto mejor hubiese sido dejarlo todo como estaba. Allí también se situó otra cosa por encima de la dignidad humana y esas han sido las consecuencias.
En mi opinión, en la medida en que situemos la dignidad humana donde corresponda, las aguas volverán a su cauce. Construyamos nuevas condiciones para construir un futuro más fructífero, para que no sea un simple sueño. Que cada cual se pregunte a sí mismo qué es lo que puede hacer para darle otro sentido a la situación que vivimos.
Eleder