Optimismo, que no ingenuidad

El pasado 20 de noviembre el Museo San Telmo acogió la conferencia de Eva Suárez-Llanos, directora adjunta de Amnistía Internacional España, en el marco del ciclo sobre derechos humanos que han organizado conjuntamente Baketik y el propio museo. Introducida por Maribel Vaquero (Directora de Derechos Humanos y Convivencia de la Diputación Foral de Gipuzkoa), la invitada nos habló de la situación en la que se encuentran los derechos humanos y de cómo hacer frente a las políticas de demonización que amenazan su respeto y cumplimiento.

Suárez-Llanos comenzaba apelando al optimismo: “Si viajáramos a 1948 y lo pudiéramos comparar con la situación actual, fácilmente nos daríamos cuenta de que ha habido grandes avances. Es cuestión de ver la botella medio llena, y no medio vacía”, decía. Han pasado 70 años desde que se aprobara la Declaración, y 70 años son ya unos cuantos años, pero no son nada en comparación con la historia de la humanidad. “La tortura, por ejemplo, es ilegal desde hace solo 40 años; o sólo ha pasado una década desde que la Comunidad Internacional tiene la obligación de asegurar que no se venden armas de modo ilegal a países en conflicto”. Remarcaba, refiriéndose a esos y otros logros, la importancia de todo el entramado que se ha organizado entorno a la defensa de los derechos humanos (protocolos, convenios, relatores…): “Son un instrumento que a Amnistía, por ejemplo, nos ha ayudado a cambiar la vida a miles de personas con nombre y apellido. Por tanto, parto del optimismo. Porque, después de todo, somos activistas porque creemos que sirve para algo esto que hacemos”.

Pero, ser optimista no es lo mismo que ser ingenuo/a, y como ya nos lo adelantaba el propio título de la conferencia, 70 años después nadie puede dar por sentados sus derechos humanos. Suárez-Llanos reconocía que estamos viviendo un momento especialmente complicado para los derechos humanos: “siguen siendo papel mojado para millones de habitantes, pero es que además, están siendo continuamente atacados”. Hacía un breve recorrido del trabajo de Amnistía Internacional: el movimiento nació para la defensa de los derechos civiles y políticos (derecho a no ser torturado, derecho a un juicio justo, lucha contra la pena de muerte, etc), pero en los albores del siglo XXI, deciden empezar a trabajar también por los derechos sociales (educación, salud, vivienda, etc). En el 2001, había que volver a luchar por lo que parecía ya superado: “con el 11-S hay que volver a defender, entre otras cosas, que la tortura es inaceptable”.

A finales de la década 00, cuando el mundo se empezaba a recuperar de la guerra contra el terror, llegó la crisis: “cuando queríamos ser más que un muro de contención, nos vuelve a cambiar el escenario”, comentaba. Los poderes económicos y liberales cobran importancia sobre los políticos, al menos en la percepción de la sociedad; aumenta la desigualdad y la sensación de agravio en el día a día: “esto no era nada nuevo, pero en muchos países del mundo era la primera vez que los experimentaban en primera persona, esa fue la diferencia. Y precisamente, el descontento derivado de esa situación, ha sido un terreno abonado para las políticas de demonización”.

Pero, ¿qué son las políticas de demonización? Son las políticas y los discursos basados en el “ellos contra nosotros”. “Han proliferado los discursos racistas y xenófobos; nos dicen que ellos, los inmigrantes, van a quitarnos trabajo, que ellos van a acabar con nuestro sistema de seguridad, que vienen a delinquir”. Aseguraba que estos discursos calan en aquellas personas que creen que el aumento de los derechos ajenos supone una pérdida en los derechos propios: “si la mujer gana, el hombre pierde; si el negro gana, el blanco pierde. Al fin y al cabo, se busca al chivo expiatorio culpable de que a mí me vaya mal”.

Muchos de nosotros miramos con incredulidad y temor esta tendencia. Pero, ¿por qué están ganando terreno? ¿Por qué la gente se lo cree? Según Suárez-Llanos, en la base está el descontento de la gente, que tiene razones para estar enfadada, porque, verdaderamente, le está yendo mal. Pero, ¿qué están haciendo para conseguir ese “éxito”? ¿Por qué triunfan? La ponente remarcaba tres grandes razones:

1) Estos líderes con discursos de odio han moderado su imágen, ya no utilizan símbolos neonazis que pueden causar cierta repulsa en gran parte de la sociedad. “Con su apariencia moderada y desde sus centros de estudio, utilizan los derechos de unos contra los derechos de otros y nos dicen, por ejemplo: ¿si vienen los musulmanes, qué va a pasar con los derechos de las mujeres? Esto es ya el colmo del cinismo”.

2) “Usan fenomenal las redes sociales. EEUU y otros países, diseñan y usan algoritmos  informáticos, de tal manera que si yo me intereso por un tema, me mandan información que refuerce ese discurso que yo haya podido consultar en algún momento”. Es la era de las falsas noticias, de la postverdad, donde los hechos objetivos son menos influyentes a la hora de conformar la opinión pública que las apelaciones a la emoción y a las creencias personales. Lo que pudiera ser verdad, importa más que la verdad en sí.

3) Atacan a los/as defensores/as de DDHH como campaña de intimidación. “Se pone más difícil protestar, más difícil ser un periodista que hace preguntas difíciles”.

Según Suárez-Llanos, esta situación trae nuevos desafíos para el trabajo en derechos humanos. Por una parte, el desafío de la prioridad: “vemos que estos discursos apoyan la idea de que los derechos humanos no son prioridad, y que, además, son un obstáculo”. Por otra parte, se plantea el desafío de la universalidad: “no es fácil encontrarse con un líder que diga abiertamente que los derechos humanos no sirven para nada, pero hay un desprecio selectivo de ciertos derechos. ¿Todos los derechos a todos los refugiados o sólo algunos? Lamentablemente, se lo están pensando”. Y por último, el trabajo de la defensa por los derechos humanos tiene el desafío de la agenda: estos discursos y esta postverdad acaba por imponer la agenda de los medios y de los agentes políticos globales. “Además, quienes están en posiciones más moderadas, están a la defensiva y acaban cogiendo elementos de esas políticas para introducirlas en sus propias políticas. Aunque logremos contener a algunos grandes demonizadores, está faltando en el otro lado alguien que ejerza un liderazgo positivo”.
Terminaba haciendo un llamamiento a todos los presentes: “trabajemos todos por ello, defendamos los derechos en nuestro propio entorno, démoslos a conocer; porque todos los vamos a necesitar”.

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