En conflictos difíciles es común que aparezcan voces que defienden que el diálogo no sirve para nada, que lo que hace falta es “mano dura” o como Baketik llama, el método de la fuerza. Exhibir músculo es el método en un conflicto destructivo. En este método, el verbo es imponer: todo se reduce a tratar de imponer una forma de ver el problema y sus salidas con el argumento de la fuerza. Provoca un escenario de vencedores y vencidos. En los conflictos más cercanos se asocia con la ruptura de límites, saltarse las barreras éticas de una relación y en los conflictos más graves se asocia con la violencia.
Quienes defienden este método argumentan que la propuesta de diálogo es falsa, contraproducente, ingenua e inútil. Esta visión se sustenta en desconfianzas, prejuicios y creencias o vivencias autoritarias.
Y es que el método del diálogo es en realidad sincero, constructivo, realista y útil.
El método del diálogo ayuda a encontrar opciones en las que los distintos intereses puedan ser tenidos en cuenta, se basa en la interdependencia, en el reconocimiento del «otro» y es alternativa a la exclusión. Tiene efectos preventivos, curativos, de desbloqueo y de reparación. Tiene, además, una contrastada capacidad transformadora de situaciones de violencia, enfrentamientos destructivos e injusticias. El diálogo es la columna vertebral de la convivencia y de unas relaciones humanas satisfactorias y sanas.
En todo caso, el diálogo es algo más que una propuesta metodológica, implica confiar en lo mejor del ser humano y crear condiciones para que lo mejor del ser humano pueda actuar.
¿Con qué método te quedas?