En el curso que Baketik ofreció la semana pasada hablábamos de la dignidad humana, del diálogo y de la escucha entre otras cosas.
Dala, que participó en el curso, me ha enviado un correo sobre un suceso ocurrido en Atlanta y que ha relacionado con todo lo hablado en dicho curso. La noticia se refiere a un joven de 20 años con problemas psicológicos que irrumpió en una escuela de primaria dispuesto a cometer una nueva masacre. El joven decía que nadie le quería, que nadie le escuchaba, culpaba al mundo de su situación y aseguraba que no le importaba morir.
Por fortuna, esta vez no hubo muertos y no fue la intervención policial la que lo evitó sino una mujer que se encontraba en el centro escolar y que dialogando con él consiguió que el joven se entregara. Una mujer que le escuchó sin juzgarlo, una mujer que supo conectar con él y con su dignidad humana. Una mujer que supo ver en él una persona y no un “loco asesino” y que supo hacerle ver que sí importaba a alguien. Una mujer que le hizo ver que tenía otras alternativas aunque en ese momento él no las viera. Una mujer que le dijo que iba a estar con él y ayudarle.
Este tipo de noticias que nos llegan sobre todo de Estados Unidos en las que personas armadas irrumpen en un centro escolar originando una matanza indiscriminada se están convirtiendo en algo habitual.
Supongo que tiene mucho que ver en ello la “cultura de las armas” de este país. Según la Asociación Nacional del Rifle (NRA) «una buena persona con un arma puede detener a una mala persona armada» y propone que “para evitar las matanzas escolares no hay que controlar el acceso a pistolas o rifles de asalto, sino tener profesores con revólveres”. Me pregunto qué hubiera ocurrido si en esta ocasión los profesores también hubieran estado armados.
El fácil acceso a las armas es uno de los factores pero no creo que sea el único. No sé en que medida pero, en algunos casos, seguramente también tiene que ver con que hay personas que en determinados momentos de su vida, cuando las cosas van mal, cuando no ven alternativas, cuando están desesperadas y no tienen a nadie que las escuche y les ayude.
Esta noticia me ha hecho reflexionar no tanto sobre la utilización de las armas sino sobre la importancia de la escucha. En el curso de la pasada semana al hablar sobre el diálogo decíamos que no hay diálogo si no hay escucha y que uno de los problemas es que tenemos dificultades para escuchar. Creo que todas las personas hemos sentido la necesidad de ser escuchadas y no siempre hemos encontrado la persona que lo hiciera. Sin embargo, cuando la hemos encontrado nos hemos sentido mejor. En esta noticia que nos llega de Atlanta la escucha evitó que el asaltante cometiera una masacre y muy posiblemente le ha permitido seguir con vida.
Pello Sarasua