Maider Maraña
Estos días el Relator de Naciones Unidas Nyatletsossi Voule ha emitido un comunicado que llama la atención sobre la necesidad urgente de actuar para revertir el deterioro del espacio ciudadano y de la cohesión social en Bosnia-Herzegovina.
Este experto del organismo internacional clave en derechos humanos nos señala que en estos 30 años desde la famosa guerra de los Balcanes se ha avanzado mucho en la construcción de una sociedad pacífica. Sin embargo, todo ese terreno ganado a la violencia pasada no es necesariamente un camino sin retorno: los gestos que hoy se observan tanto en la sociedad, como aún más, en sus representantes políticos, son motivo de preocupación para este Relator Especial, que señala directamente el riesgo de los actuales discursos de odio o manifestaciones públicas que empiezan a invisibilizar violaciones de derechos humanos que acontecieron, o que niegan su impacto o el contexto en el que se dieron.
Hace unos meses tuvimos la suerte de poder viajar a Bosnia-Herzegovina y recorrer Sarajevo y Srebrenica, junto con 15 jóvenes vascos que estaban participando en el proyecto “Juventud, Convivencia, Futuro”. Aquel viaje nos permitió reunirnos con diferentes agentes, de la sociedad civil, de espacios de memoria, de las instituciones internacionales… Este riesgo de polarización era muy visible, ampliamente compartido por todas esas personas.
En ese viaje enriquecedor pudimos entender y recomponer la realidad de las situaciones “postconflicto”, la fragilidad de las construcciones de convivencia que surgen tras procesos de violencia social muy enraizados en nuestras comunidades.
El Relator Especial de la ONU nos recuerda la presencia de un tenso clima político o de narrativas que generan división, lanzadas por diferentes referentes políticos. Las lecturas no inclusivas de nuestro pasado, las miradas parciales, no colaboran a poder avanzar en la construcción de una sociedad realmente basada en los derechos humanos, que no acepte la polarización como forma de relacionamiento social.
Este ejemplo de Bosnia-Herzegovina nos recuerda, una vez más, que las realidades tras la violencia requieren de muchos años, décadas y hasta generaciones para recuperar una verdadera sociedad anclada en valores democráticos, que apueste por una convivencia real, pacífica e inclusiva.
Cada país y cada conflicto son un mundo. No existen las recetas universales. Pero, a menudo, ver otros entornos nos ayuda a valorar mejor nuestras propias cuestiones, focalizar nuestra atención en miradas más holísticas y comprensivas.
Mirar otras realidades nos ayuda también a repensar mejor la nuestra propia.