Desgraciadamente cada día podemos encontrar en los medios de comunicación transcripciones de llamadas entre personas imputadas por casos de corrupción en las que empresarios y políticos y viceversa compadrean sin rubor alguno y se refieren al dinero y a los servicios públicos como si de sus propios cotos privados se tratase. Cuesta no ruborizarse.
Sin embargo, cuando a algunos de los representantes políticos “pillados” en estas conversaciones se le pregunta sobre ellas, es muy común que por difícil que parezca, superen su propio nivel de desfachatez y respondan aquello de “no hay nada ilegal en esas conversaciones”.
Ciertamente, en un estado de derecho las personas debemos ser juzgadas siempre y cuando existan indicios y pruebas de que hemos contravenido alguna ley. Así pues, si no se ha dado este hecho, no podríamos hablar estrictamente de ilegalidades. Pero uno de los muchos errores que se pueden percibir en la actualidad, especialmente en lo que a parte de la clase política se refiere, es la comprensión de lo legal como la máxima categoría moral. Así, la ética queda totalmente defenestrada y la aspiración personal de todo ciudadano que se precie, independientemente de que por su cargo represente al resto como puede ser el caso de los políticos, debe ser el escrupuloso cumplimiento de la ley. Y dicho así, no suena mal ¿verdad?. Sin embargo, sabemos que ley no es sinónimo de otros grandes valores como la justicia, la igualdad, la libertad… y especialmente sabemos que actuar conforme a la legalidad, en caso alguno supone de facto, tener un comportamiento ético.
Un rápido vistazo a la historia nos demuestra que las sociedades han avanzado porque miles de mujeres y hombres no se limitaron sólo a cumplir la ley, sino que incluso se posicionaron en contra de ella. La ética nos ayuda a dar lo mejor de nosotros mismos, y lo hace incluyendo la dignidad del resto de personas y no solo el beneficio propio. Por ello, debemos reclamar comportamientos éticos y no sólo comportamientos legales que nos permitan vivir y convivir mejor.
Iker Uson