Nuestras sociedades están compuestas por múltiples agentes, institucionales, económicos, sociales, culturales… Pero a menudo se nos olvida en este mapa incluir a un gran agente transformador: las y los voluntarios.
El voluntariado es un grupo de personas que a lo largo del mundo ofrecen su tiempo y su experiencia para una labor solidaria, lo hacen con libertad y de manera gratuita, se juntan con otras personas para transformar la sociedad y construir un mundo mejor (Gizalde). En definitiva, las personas voluntarias ejercen una forma de compromiso social y apuestan por involucrarse en los cambios necesarios en nuestro entorno.
Teniendo en cuenta que esta marea humana que conforman las y los voluntarios llega a ámbitos tan diferentes como el apoyo a personas en situación vulnerable, el acompañamiento social, el impulso de actividades culturales o la denuncia de situaciones inaceptables, pareciera lógico pensar que también tienen un rol que jugar en los compromisos que los países aceptaron a través de la Agenda 2030.
Sin embargo, en colaboración también con Gizalde, fuimos conscientes de que la capacidad de transformación que tiene el voluntariado no había sido debidamente reflejada en este gran acuerdo internacional: la Agenda 2030 menciona tímidamente a las personas voluntarias en un párrafo dentro de los medios de implementación de este texto universal, pero su trabajo se desdibuja luego en los objetivos y metas de la Agenda.
Por ello, es importante recordar que las personas voluntarias están ya impulsando transformaciones sociales que suman a la implementación de la Agenda, en la medida en que el voluntariado refuerza el compromiso cívico y nos recuerda, en una sociedad tan individualista como la nuestra, que somos parte de un colectivo que necesitamos proteger y defender.
Las personas voluntarias son a menudo más conscientes de nuestras brechas en inclusión social y, a través de su solidaridad, nos evidencian que no todas y todos participamos de los beneficios de nuestro desarrollo del mismo modo.
El compromiso de voluntarios y voluntarias sirve a menudo para recordarnos a quienes estamos cómodos con nuestra realidad que hay personas que enfrentan situaciones adversas: el voluntariado nos evidencia que seguimos viviendo en sociedades desiguales y que el lema de “no dejar a nadie atrás” que propone la Agenda 2030 solo se hará realidad si asumimos como una labor propia el luchar contra las discriminaciones diarias.
Las personas voluntarias son por tanto un agente ineludible para promover comportamientos y actitudes solidarias y para movilizar a las personas a luchar por lo que creen. El voluntariado es un espejo claro donde mirarnos.
Y, a su vez, el voluntariado es, a menudo, un agente único a la hora de denunciar públicamente situaciones que enfrentan los grupos más vulnerables o quienes no pueden llegar a hacer oír su voz ante las autoridades.
De este modo, pese a que la Agenda 2030 no lo menciona expresamente, es evidente que jamás se cumplirá en su totalidad si no contamos con todos los agentes sociales, incluyendo de manera clara y contundente también a todas las personas que comprometen su tiempo voluntario a transformar este mundo.
Maider Maraña – Baketik
Colabora: Eusko Jaurlaritza – Lehendakaritza