Acercarse al sufrimiento: una oportunidad para la humanización (I)

Un marco previo para el acercamiento al sufrimiento


La realidad del sufrimiento nos ubica ante una materia muy sensible que requiere de un marco previo que precise sus contenidos principales: qué es el sufrimiento y quiénes son las víctimas; y que defina su contorno: por qué y para qué es necesario este acercamiento. Ese marco queda constituido respectivamente por una experiencia, una concepción, una prioridad y un horizonte.


– La experiencia del sufrimiento. El sufrimiento es parte ineludible de la vida. Su experiencia nos remite al padecimiento y al dolor; pero también a la paciencia y a la constancia con la que aquellos son llevados. Es una experiencia indeseable e inevitable, que puede anular la autonomía de la persona en su crecimiento personal. Aunque se puede compartir y vivir con otros, el sufrimiento individualiza, deja sola a la persona que la experimenta con la angustia y desamparo que ello supone.


 

– La concepción de víctima. Las víctimas son todas aquellas personas que han tenido la experiencia personal o familiar de un sufrimiento intenso, grave, irreversible provocado injustamente por la violencia en cualquiera de sus formas y con independencia de su origen.

 


– La prioridad de la dignidad humana. Todas las personas tenemos dignidad humana porque no somos medios sino fines. Quienes agredieron a las víctimas pretendieron utilizarlas como medios para el logro de otros fines. Acercarse al sufrimiento es entender que todas las personas somos merecedoras de respeto porque tenemos dignidad. Reconocernos como semejantes nos ayuda a entender el sufrimiento de los otros. Sin la defensa prioritaria de la dignidad no hay derechos posibles, ni sufrimiento con el que empatizar.


 

– El horizonte de reconciliación. Tras sufrir un conflicto destructivo, la reconciliación lejos de hacer referencia a escenarios idílicos de amistad entre víctimas y victimarios, marca un rumbo claro: la recuperación de la convivencia basada en el respeto y la aceptación mutua. La empatía ante el sufrimiento ajeno es el puente que debemos cruzar para avanzar hacia ese horizonte.


 

Esta es la brújula que nos debe orientar en el camino de humanizar al otro en general, y entender y acompañar mejor la condición de víctima en particular. Una vez tengamos claro el marco, podremos acercarnos de manera ética a la vivencia de las víctimas y avanzar así en la reconciliación de la convivencia.


Iker Uson

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