Adiorik gabe / Sin adiós

Sin Adiós es una iniciativa artística de reconocimiento a las víctimas del terrorismo y otras violencias de motivación política que promovió Donostia 2016 Capital europea de la cultura.

Tres años después de la capitalidad, el Ayuntamiento de Donostia, legatario de la iniciativa, promovió una nueva edición en abril de 2019. Baketik, junto a Ereiten Kultur Zerbitzuak participó en la coordinación y los trabajos del proyecto. En esta edición fueron recordadas Gladys del Estal Ferreño, Jose María Elicegui Diez y Jose Francisco Arratibel Frutos a través de las piezas creadas por los artistas de distintas disciplinas Koldo Almandoz, Olatz Beobide, Juantxo Zeberio y Aiert Beobide. El acto se desarrolló en el Teatro Principal de la parte vieja donostiarra el 6 de abril de 2019, con todas sus butacas ocupadas. 

Es un acto de encuentro para recordar, para humanizar la figura de aquellas personas cuyas vidas fueron injustamente negadas. Un ejercicio colectivo de memoria restaurativa lleno de humanidad. Un ejercicio por volver a la vida de esas personas a través de los recuerdos y testimonios de sus seres queridos transformados en una propuesta artística para compartir y sentir. El arte nos hace vivir, tanto creándolo, como observándolo. Nos hace pensar, nos produce placer, o dolor, o un abanico enorme de emociones. Nos ayuda a vivir. Necesitamos el arte, tal y como necesitamos oxígeno.

En palabras de las y los artistas:

(Textos extraídos del libreto del acto)

Toda existencia trae consigo su final. Esa es la ley de vida y tras ello, solo nos queda decir adiós a quien se va. Pero hay otra ley, tan fría como extraña que se impone cuando una persona decide acabar con la vida de otra, una ley que nos deja sin adiós. Por ello queremos recordar y conocer a aquellas personas que se fueron abruptamente. Sentirlas  muy cerca para darles, por fin, el “hasta siempre” que merecían y que no les pudimos dar.

Olatz

En la película After Life (1998) de Hirokazu Kore-eda, las personas que acaban de morir, van a una especie de balneario-limbo en las montañas. En este lugar se les pide que elijan un solo recuerdo, una memoria de lo que fue su vida. Una vez hecha la elección, un equipo de cine se encarga de filmar la reconstrucción de ese recuerdo. Terminada la filmación, el muerto abandona el balneario-limbo con su recuerdo enlatado. Pero ¿Cómo eliges un solo recuerdo? ¿Cómo desechas el resto? ¿Cómo reducir a un solo recuerdo una vida entera?

Esta pieza quiere reivindicar la memoria como algo ilimitado, variable e imposible de acotar y objetivizar. La memoria como limbo. Para ello, hemos juntado a algunos amigos de Gladys y hemos hablado y sobre todo escuchado sus recuerdos: los nítidos y compartidos, los desdibujados y más personales, los que renacen de repente y los que hasta el momento eran secretos. Todos ellos nos han ayudado a completar un retrato de Gladys. No el único posible, pero sí uno necesario.

De la transcripción (resumida) de aquella conversación y del parque, que pese a no llevar oficialmente su nombre es su parque, surge esta película-paseo.

Koldo

Mayi, en tu breve paso por este mundo demostraste que eras valiente y protector de tus seres queridos. Amante de la música, la canción, el mar y con una especial destreza para reparar cualquier cosa que cayera en tus manos. Tu gran pasión, los coches. Una habilidad innata para la mecánica te hacían capaz de cambiar y reparar completamente el motor a aquel seiscientos nada más cumplir la mayoría de edad…

Una breve vida, demasiado breve, que se vio truncada. Y produjo una gran herida en todo tu entorno. Una herida que gracias a que el tiempo ha ido cicatrizando, ha disminuido el dolor que produce. Por que sí, hace falta recorrer un arduo camino para aceptar que lo que se perdió se perdió y no hay vuelta atrás. Pero gracias a ello, podemos recordarte con amor y reservar en el alma un trozo de esa maravillosa época junto a ti.

Aiert

Desde el malecón de la Habana hasta los Carnavales de Tolosa, pasando por el desierto de Kabila. Todas estas melodías nos han emocionado profundamente año tras año, Carnaval a Carnaval.

Pero en un instante, como si de una tragedia griega se tratara, la música se convierte en silencio y el tiempo se detiene. La melodía del bombardino que se intuye a lo lejos corta como con un cuchillo la difusa luz del amanecer. El azar ha sacado su número maldito. La vida sigue, pero no para todos. A lo lejos se oye el eco de una charanga,  pero es en vano… falta su director.

Juantxo

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