Hace no mucho fui invitado a la presentación de una metodología que se centraba en la innovación en clave de derechos humanos. Una presentación entre amigos podemos decir, personas con cierta relación y confianza.
La persona que hizo la presentación, comenzó diciendo: ‘esto me lo salto que son obviedades’, refiriéndose al glosario de conceptos clave que la metodología incorporaba… y sin más nos metimos de lleno en las tripas de la metodología. La metodología, como en tantas ocasiones, era coherente; diría que busca principalmente eso, coherencia sugiriendo un resultado. Sin embargo, la clave estribaba en esas obviedades que pasamos por encima, porque como son obvias… Dentro de esos conceptos se hablaba de inclusión, cohesión, solidaridad y otros tantos conceptos a los que a priori todos nos adherimos en el discurso. Sin embargo, ¿de qué hablamos cuando decimos inclusión, cómo entendemos la solidaridad, qué implicaciones personales tiene la cohesión? Ocurre muchas veces que nos quedamos en la comprensión superficial de los términos sin ser conscientes de lo que esconden, sin reparar en que detrás de cada concepto hay una elección, una elección que es personal. A lo largo del día podemos llegar a tomar decisiones y llevar a cabo acciones que pongan a prueba la solidez del discurso que defendemos.
Es fácil que, envueltos en las inercias y en una hiperactividad que nos tiene muy ocupados, pasemos por alto esas pequeñas oportunidades, oportunidades que florecen y dependen en gran medida de nuestra capacidad de observar, capacidad que se ha vuelto baladí, precisamente por culpa de las inercias. Pero es ahí donde podemos elegir, la solidaridad, la inclusión… en la distancia entre la observación y la actitud que crearán oportunidades para elegir.
Ion Irurzun