A 50 metros, miles de personas asistían en Anoeta al partido de copa de la Real contra el Córdoba. A esa misma hora, 40 personas estábamos reunidas en una sala del Craj, al lado del Palacio de hielo, en un curso de Baketik sobre procesos de reconciliación. Tenía un programa que no pude cumplir. Después de mi exposición, el coloquio se adueñó de aquella sala. Vivimos un momento especial.
Una mujer que llegó a Euskadi desde Andalucía hace 19 años contó sus temores y dudas en todo este tiempo. Seguro que más de uno tuvo ganas de replicar, pero nadie le discutió. Después un concejal que había vivido 12 años con escolta nos explicó su realidad. Nadie le respondió.
Otra persona aportó sus recuerdos de miedo e incomprensión en su niñez cuando Franco visitaba Donostia y su padre se tenía que ocultar. Sus comentarios tampoco fueron contradichos. La hermana de un joven que fue secuestrado y torturado hasta la muerte, dio su testimonio por la paz. Fue escuchada con atención.
También alguien contó que padeció en su juventud las estrategias de captación de ETA. Otro señor, que llegó de Burgos hace años habló de su integración en nuestra sociedad. Una chica contó lo que significó un viaje a Irlanda de jóvenes de distintos partidos políticos. Hubo más intervenciones espontáneas como éstas. Ninguna tuvo réplica.
He asistido a cientos de reuniones en que los testimonios se discuten porque el modo de exponerlos nos toca alguna herida o sentimiento de agravio. Ayer no. Los testimonios se escucharon sin contraponerse. Se aceptaron como una fotografía que no refleja toda la realidad pero es fiel reflejo de una parte de la misma.
Durante las últimas décadas, hemos tenido una vivencia sostenida de violencia, violaciones de derechos humanos, división, crispación, temores, desconfianzas… Hemos vivido una historia social y políticamente traumática que nos ha condicionado. La reconciliación trata de superar ese condicionamiento.
Dependiendo de donde hayamos estado, nos ha condicionado de una manera diferente. Ayer, testimonio a testimonio, pudimos comprobar hasta qué punto esto es real. Lo pudimos hacer porque escuchamos sin juzgar y sin oponer un sufrimiento a otro. Algo de esto debe estar en el arranque de una nueva cultura de convivencia en paz.
Al terminar, aquellas decenas de personas salimos contentas de nuestro encuentro. Paradojas de la vida, nos encontramos con varios miles de personas que salían descontentos de su encuentro, la Real no se clasificaba. Habíamos tenido vivencias diferentes que nos llevaban a percibir la realidad de distinto modo.
Jonan Fernandez