La Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas organizó el pasado 1 de diciembre en Ginebra la “Jornada Internacional sobre los Derechos Culturales y la Protección del Patrimonio Cultural”. En ella estuvo Maider Maraña, directora de Baketik, que ofreció una conferencia como experta en patrimonio cultural y derechos humanos. A continuación publicamos íntegramente su intervención.
2º Sesión. Patrimonio cultural en crisis y apoyo a la labor de los defensores de los derechos culturales que trabajan en la protección del patrimonio cultural.
Nuestra participación hoy en esta Jornada Intersesional es, al mismo tiempo, un motivo de alegría, en la convicción de que es decisivo que las Naciones Unidas y otras organizaciones promuevan el debate sobre el patrimonio cultural en las crisis. Pero también es un motivo de tristeza, porque somos muy conscientes de que la destrucción del patrimonio sigue siendo una realidad cotidiana, en crisis de muy diversa índole.
Es importante aceptar, por tanto, que los atentados y la destrucción del patrimonio ocurren y ocurrirán durante las crisis. Por eso, mi intervención de hoy quiere reforzar dos herramientas clave que tenemos para luchar contra ello: los periodos previos y posteriores a cualquier crisis.
Hoy quiero defender que, en nuestras organizaciones, a menudo olvidamos que es crucial generar perspectivas y fórmulas preventivas antes de que se produzcan los conflictos y antes de que detonen las crisis. Al mismo tiempo, una vez superado el mayor foco de tensión, no siempre integramos el enfoque de derechos en las fórmulas de reconstrucción patrimonial. Es más, no aplicamos de forma sistemática la lógica de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición en lo que respecta a la destrucción del patrimonio, que es otra de las ideas en las que me gustaría hacer hincapié hoy.
Centrándonos primero en las posibilidades previas, los periodos de ausencia de crisis son un momento adecuado para trabajar en la formación y empoderamiento de las comunidades. Nuestra protección del patrimonio sigue muy centrada en los aspectos de conservación y no tenemos políticas fundamentadas ni fórmulas de trabajo que respondan a lo que nos pide el título de esta jornada: los derechos culturales, el enfoque de derechos aplicado al patrimonio.
Tampoco tenemos claro quiénes son los defensores de los derechos culturales. No aplicamos esta perspectiva al patrimonio. Y cuando aplicamos esta perspectiva, tenemos una visión muy estrecha de a quién dar esa etiqueta, a quién considerar defensor de los derechos culturales.
Las comunidades son, sin duda, uno de nuestros recursos para luchar en tiempos de crisis, pero debemos ser capaces de apoyarlas para que la gente se perciba como tal. Necesitamos procesos participativos de identificación y protección del patrimonio. Una de las herramientas que quiero destacar hoy son, por tanto, los mapas culturales locales participativos. Herramientas como las cartografías culturales o los mapas locales de la cultura, cuando se hacen de forma participada con todos los grupos de una comunidad, están generando sinergias, otras formas de entender el entorno cultural y nuestro patrimonio inmaterial. Estos enfoques garantizan una mayor apropiación del patrimonio y colaboran en asumirlo como un recurso apreciado por estas comunidades. La apropiación del patrimonio es clave para su protección.
De este modo, las ciudades y pueblos donde se han aplicado dinámicas participativas de identificación y protección del patrimonio, muestran mejores respuestas ante la crisis. Esto está plenamente demostrado en otros tipos de catástrofes, naturales, etc. y también empieza a ser evidente en el ámbito patrimonial: la comunidad que se siente parte de ella, identifica y protege mejor el patrimonio cuando llega la crisis. Y, por supuesto, esa gente tenderá a no destruir el patrimonio en una situación de conflicto con otros o en un conflicto comunitario.
Está claro que necesitamos un enfoque basado en los derechos en la forma en que trabajamos con las culturas en nuestras ciudades y regiones: desde la participación inclusiva, con las mujeres, con las comunidades culturales no dominantes, escuchando las voces de aquellos cuyo patrimonio no suele integrar nuestras largas listas de espacios protegidos.
A su vez, todas estas personas deberían ser consideradas defensoras de los derechos culturales. Pero para eso, necesitamos impulsar procesos, tanto en la comunidad como entre los profesionales, para promover este cambio de perspectiva: de la conservación del bien, a la protección de las personas en su vida cultural. No es un cambio sencillo, ni que vayamos a hacer rápidamente. Todos tendremos mucho que aprender y desaprender. Pero el cambio de modelo es necesario.
Estas comunidades y profesionales mejor formados y capacitados responderán mejor durante las crisis a toda destrucción. Pero, incluso con prevención, las crisis ocurrirán.
Por lo que, después de las crisis, cambiando ahora a otro periodo clave, podremos identificar más fácilmente estos daños al patrimonio y, sobre todo, crear mejores fórmulas para revertir la situación, si hemos tomado medidas preventivas. Y es aquí donde quiero defender algo que, en esta institución en la que estamos hoy, se entiende perfectamente para otras violaciones de derechos humanos: es el momento de los procesos de reparación, una vez superada la crisis.
La reparación tras una violación de derechos es necesaria: tanto a nivel individual como comunitario. Diversas asociaciones, como el ICCROM, disponen de buenas directrices sobre este tema, pero su aplicación sigue siendo deficiente. Identificación del patrimonio perdido, decisión colectiva sobre las posibilidades de hacer frente a la situación. Es entonces el momento de procesos de resignificación que visibilicen los elementos que recuerdan el dolor, que sirvan a las víctimas para reconfigurar su realidad y que promuevan garantías de no repetición. Necesitaremos procesos de redefinición de expresiones del patrimonio inmaterial que hayan podido ser transformadas. Tal vez surjan nuevas formas expresivas como resultado de las crisis y conflictos vividos. Es hora de abordar el trauma colectivo.
Superar las crisis implica un trabajo duro si el objetivo es aprender de ellas y no repetirlas. Al mismo tiempo, como comunidad cuyos derechos culturales han sido vulnerados, necesitarán espacios para trabajar en ello, y para -como periodo previo a futuras nuevas crisis- generar herramientas y empoderarse para saber proteger más y mejor el patrimonio del que se sienten parte.
A veces nuestras palabras suenan desenfocadas o vagas. Pero hoy hemos visto aquí un claro ejemplo de cómo la protección bajo normas culturales de un sitio, vinculado a una crisis en Argentina, generó una posibilidad diferente frente a los cambios, los cuales pueden ocurrir en cualquiera de nuestros países. La protección de la ex ESMA bajo la Convención de Patrimonio Mundial de la UNESCO es una herramienta construida en períodos de ausencia de crisis, para generar defensa y empoderamiento en torno a un patrimonio que aún necesita ser defendido y para generar procesos de reparación en la comunidad. Este es sólo un ejemplo entre miles de sitios, Malí podría ser otro.
El marco normativo es una de nuestras herramientas que yo consideraría un instrumento clave. El marco jurídico no representa necesariamente a toda la comunidad, en el entendimiento actual del marco normativo relacionado con el patrimonio, por lo que la adaptación de la legislación sobre patrimonio, incluida la perspectiva de conflicto, podría ser decisiva.
Así pues, la inclusión de los sitios relacionados con crisis en el marco normativo del patrimonio cultural a escala internacional es uno de los últimos avances en el tema que hoy nos ocupa: el refuerzo del marco normativo del patrimonio surgido o vinculado a las crisis y conflictos debería ser una cuestión de trabajo futuro para nosotros. Aquí tenemos una tarea que realizar.
Por ello, para concluir, quiero destacar la defensa de un trabajo significativo en los tiempos previos a las crisis, con una recomendación específica, como es la promoción de cartografías culturales participadas por todas las comunidades, con especial consideración a la participación de las mujeres.
Estos procesos deben ser apoyados por gobiernos multinivel, y organizaciones, internacionales y locales. Trabajar con los posibles defensores de los derechos culturales es clave para fortalecernos ante posibles crisis futuras y destrucción del patrimonio. Las mujeres y las comunidades minoritarias deben tener nuestra atención prioritaria. Además, son las mujeres las que, en situaciones de posconflicto y después de las crisis, son también colaboradoras clave en la reconstrucción de las sociedades dañadas. Y debemos tener presente la importancia de escuchar todas las voces de la comunidad.
No siempre tratamos como titulares de derechos o víctimas a quienes han visto violados sus derechos culturales. Tras la crisis, no siempre permitimos que la comunidad vuelva a vincularse con el lugar, sino que los tratamos como visitantes o turistas. No siempre generamos nuevos espacios y oportunidades para cambiar el patrimonio inmaterial afectado. Pero el patrimonio cultural es clave para los procesos de reparación, como lo analizaron tanto el anterior Relator Especial sobre Derechos Culturales como el Relator Especial sobre Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de no Repetición.
En definitiva, debemos comprometernos a reforzar el necesario cambio de perspectiva desde la conservación material a la defensa del patrimonio cultural por parte de los titulares de derechos, y la defensa de los derechos de estos defensores, de una forma más amplia e inclusiva. Esas personas serán nuestro verdadero recurso eficaz para prevenir antes, afrontar durante, y reconstruir después de las crisis y los conflictos.
Muchas gracias.
Maider Maraña
Ginebra, 1 de diciembre de 2023